Anita y ese vestido negro

Ben Esra telefonda seni bosaltmami ister misin?
Telefon Numaram: 00237 8000 92 32

Anita y ese vestido negro
A mi sensual esposa siempre le ha gustado jugar a ser el centro de atención, especialmente entre los hombres.
Cuando llegamos a nuestra habitación, dejó caer su vestido al suelo, dejando ver sus largas piernas enfundadas solo en aquellas medias con costura y zapatos de taco alto.
Llevaba una diminuta tanga de seda negra y su cola lucía firme, redonda y muy deseable. Cuando Ana me dio la espalda, mi verga se endureció mientras admiraba su magnífico culo.
Mi mujercita tenía una mirada triunfal en sus ojos, ya que había logrado dos de sus expectativas en esa tarde:
Hacer unas cuantas compras compulsivas e insinuarse a algunos hombres, en especial a jóvenes vendedores, que le hacían descuentos a la primera caída de ojos que les dedicaba mi sensual mujercita…
Era su juego, parte de algo casi perverso que siempre compartía conmigo, ya que a mí me enloquecía ese juego de seducción…Esa tarde habían caído varios hombres en sus redes y hasta un par de jóvenes vendedoras mujeres habían sucumbido a sus encantos.
Anita me comentó que se había sentido atraída por un joven asistente en una boutique. Sus manos le habían acariciado los hombros mientras ella se probaba algunos vestidos y le había provocado cierta excitación.
Me confesó que le habría gustado llegar más lejos con ese chico. Sus manos eran sensuales y su toque muy suave…
Ana lo imaginaba acariciándola y metiendo sus manos por lo más recóndito de su voluptuoso cuerpo, mientras ella se humedecía cada vez más. No quiso arrastrarlo dentro del cambiador, pero se le pasó eso por la cabeza.
De repente sonrió con malicia y me dijo que llamara a esa tienda y pidiera que ese chico trajera el vestido negro que ella había dejado con una seña pagada.
Podríamos divertirnos los tres; aunque yo solamente sería testigo invisible, ya que debería esconderme para que ella pudiera dedicarse a ese chico…
Le dije que yo no tenía problema en desaparecer, o mejor dicho, en parecer invisible dentro de esa misma habitación.
Ana sonrió y tomó su celular. Unos segundos después, tenía a ese chico al otro lado de la línea. Con su voz más sensual, le dijo que le resultaba imposible volver a pasar por la tienda y le pidió si él podía traerle ese vestido negro y otras piezas de lencería que también había visto allí.
Después de indicarle el número de nuestra suite, le dijo que lo esperaría ansiosa…
Seguidamente comunicó a la recepción que llegaría un joven con algunas bolsas de compras para ella y pidió que lo dejaran pasar sin hacerlo esperar.

Después de darse una ducha tibia, Ana se arregló en el baño para recibir a su próxima presa… Dejó abierta la puerta a propósito, sabiendo que yo estaría espiándola, desnuda frente al espejo…
Retocó su impecable maquillaje; rizó los rubios rulos de esa cabellera salvaje que me volvía loco y se calzó los zapatos de taco aguja, mientras de reojo me miraba observándola.
Ella sonreía con disimulo. Se sentó en una banqueta y abrió sus muslos. Cerró los ojos y hundió un par de dedos en la humedad de su concha, dilatando sus rosados labios vaginales. Se masturbó sabiendo que yo estaba mirándola y que esa escena me provocaría una erección dolorosa…
Pero eso no le importaba demasiado a Anita. Ella pensaba solo en su propio placer y en el placer que le iba a dar ese joven desconocido cuando se hiciera coger por él…
Me levanté del sillón y me acerqué a ella, pero me dijo que ya tendría tiempo de dedicarse a mí, una vez que terminara con el vendedor. En ese momento volvió a cerrar sus ojos y abrió la boca para jadear mientras acababa entre sus dedos.
Después se acercó a mí y puso sus dedos manchados de flujo frente a mi nariz. Me hizo olfatearlos y luego los hundió entre mis labios, para que yo pudiera saborear ese sabor envolvente a hembra en celo…
Después se encerró en el baño y terminó de vestirse. Al salir, me dejó con la boca abierta. Anita había decidido estrenar un vestido rojo recién adquirido. Era muy corto, apenas le cubría el trasero. Los tacos de aguja realzaban sus increíbles piernas y la muy turra se inclinó por la cintura delante de mí, solo para mostrarme que no llevaba una tanga bajo ese provocativo vestido…
Le dije que me estaba volviendo loco y le supliqué que me dejara cogerla antes de que llegara ese chico; pero ella sonrió con una mirada diabólica y me dijo que el baño estaba libre, por si quería hacerme una paja a solas…
Mientras le ofrecía una copa, le pregunté si estaba ansiosa. Confesó que su calentura le impedía estar ansiosa; solo estaba caliente y deseosa de hacerse coger por ese pibe…
Ya era la hora del cierre de la boutique y ese chico no tardaría demasiado en llegar. Le dije que yo me escondería en el armario y miraría a través de las rendijas. Ellos no podrían verme a mí.
Cuando oímos algunos leves golpes a la puerta, me acerqué a mi mujercita, le di un beso de lengua profundo y le azoté el culo levemente, antes de encerrarme dentro del armario.
Mi mujercita se miró otra vez en el espejo, tomándose su tiempo para abrir la puerta. Lo hizo pasar. Le pidió disculpas por haberlo hecho venir y le volvió a agradecer que se tomara ese trabajo fuera de su horario de atención.
El chico sonrió, mientras la desnudaba con la mirada cargada de lujuria. No parecía ser tan inocente como pensaba Ana…
Anita le preguntó si él podía darle una opinión como hombre y como profesional de moda femenina.
Ella vació las bolsas sobre la cama y escogió un breve vestido negro, mucho más sensual y atrevido que el rojo que estaba usando.
Entonces le pidió que bajara la cremallera del vestido rojo. Ella lo dejó caer al suelo y entonces pareció recordar que estaba vestida solamente con sus zapatos de taco aguja.
Le preguntó al chico si a él le preocupaba que ella se cambiara delante de él y, por supuesto, el pibe se quedó sin poder articular palabra. Apenas pudo reaccionar para asentir con su cabeza…
Mi sensual mujercita estaba en bolas delante de ese pibe. Yo no podía esperar para ver cómo reaccionaría el pobre ante el embate insistente de mi traviesa mujercita…
Le pidió otra vez ayuda mientras deslizaba ese vestido negro por encima de su cabeza. El pibe, que se llamaba Marcos, se acercó a ella para subir la cremallera.
Ella aprovechó para inclinarse y frotar su redondo trasero contra la entrepierna del chico. Se miraron ambos en el espejo mientras Ana le sonreía. Marcos hacía un tremendo esfuerzo para contener las ganas que parecía tener de saltar sobre mi esposa, que lo provocaba abiertamente.
Seguramente él confirmó sus sospechas: esa veterana alocada quería verga y él entonces se la daría con gusto.
Ya no había vuelta atrás, para ninguno de los dos…
Ana volvió a desnudarse para probarse otro vestido nuevo.
Intentó continuar ese juego perverso de seducción, pero él decidió dar todo por terminado y ya no perder más tiempo.
Su suave mano acarició desde atrás sus redondas tetas y sus dedos se dedicaron a endurecer los pezones de Ana.
Su otra mano se deslizó hacia abajo y entró entre sus muslos. Ana puso cara de ofendida por semejante atrevimiento; pero cuando esos dedos llegaron a su labia expuesta y humedecida, dejó de protestar y empezó a gemir con suavidad.
Marcos levantó ese vestido hasta la cintura y la atrajo hacia su cuerpo. Desde atrás sus dedos volvieron a hundirse en el cuerpo de Ana, mientras ella gemía y echaba su cabeza sobre el hombro del pibe.
Anita le abrió la bragueta y sacó a relucir una pija de buen tamaño, ya bastante dura. Marcos dejó escapar un suspiro.
Estuvieron unos minutos así. Ella poniendo esa verga cada vez más dura entre sus dedos y él tratando de lubricar naturalmente esa deliciosa vagina.
Finalmente Ana quiso girar y arrodillarse para lamer esa verga entre sus labios; pero Marcos tenía otra idea para disfrutar de mi sensual mujercita.
Empujó a Ana sobre la cama, haciendo que cayera boca abajo, mientras él se quitaba los pantalones. Ella intentó levantarse, pero él la empujó otra vez y la inmovilizó con el peso de su cuerpo.
Le susurró a mi esposa en el oído que ella se había comportado como una puta todo el tiempo, provocando a hombres y mujeres por igual. Lo había vuelto loco en la tienda, balanceando el culo como una perra y finalmente se había desnudado frente a él, provocándolo al máximo.
Le dijo que ahora le rompería el culo; a ver si eso le calmaba un poco la tremenda calentura que ella mostraba.
Ana intentó debatirse, suplicándole que le cogiera la concha, que ya estaba dilatada y lubricada para recibir esa verga. Pero Marcos se rio a carcajadas, respondiendo que ese culo lo tenía excitado desde el primer momento en que había visto a mi esposa moverlo con tanto desparpajo…
Ella quiso resistir, pero Marcos la dominó y pronto comenzó a empujar su dura verga dentro del estrecho orificio anal de mi perversa esposa.
Ana se debatió aullando, gritando que esa pija la estaba lastimando y le provocaba mucho dolor; pero Marcos no la escuchó y continuó hundiéndose en ese apretado ano.
Pensé en salir del armario para terminar con todo esto que se le había ido de las manos a mi mujercita; pero entonces pude ver que ella dejaba de quejarse y comenzaba a jadear y a gemir…Parecía estar gozando de esa verga en su culo.
Anita acabó dos veces aullando a todo volumen, mientras ese flaco le taladraba el orto sin piedad; cada vez con más ganas y más violencia. Ella parecía una muñeca de trapo entre sus manos. Y él seguía sodomizándola, mientras no mostraba ni un solo signo de cansancio.
Cuando Ana estaba presintiendo la llegada de un tercer orgasmo, Marcos se salió de su castigado culo. La jaló por los cabellos y la hizo arrodillar sobre la alfombra. Luego abrió sus delicados labios rojos con la punta de su dura verga y ella cedió, tragándose la pija entera.
La aferró por la nuca y la atrajo hacia él, mientras sus caderas se movían al compás de ese mete y saca. Anita parecía ahogarse mientras intentaba chupar todo ese tronco
De repente la alzó por los cabellos y la volteó otra vez boca abajo sobre la cama. Me sorprendió la facilidad con que la penetró desde atrás, mientras Ana comenzaba a protestar.
Se quejaba que le dolía, le pidió que la bombeara más despacio, pero él seguía embistiendo sin escuchar sus súplicas. Luego de torturar su concha un buen rato, otra vez la sacó y llevó a mi esposa de rodillas al suelo, para penetrar otra vez esa delicada boca.
Marcos estaba muy excitado y no tardó mucho tiempo en descargarse. El primer chorro sorprendió a Ana, pero de todas maneras se lo tragó por completo. Marcos siguió eyaculando y lanzando chorros de semen en la cara y los cabellos de Ana.
Anita terminó de limpiar esa verga a golpes de lengua.
Todavía de rodillas y muy sonriente, le dijo a Marcos que él le debía su opinión profesional. El chico le contestó que era una puta relajada, pero una puta muy elegante, después de todo.
Ella sonrió y se acostó boca arriba en la cama, totalmente abatida. Sus muslos abiertos dejaban ver ríos de semen que se deslizaban manchando las sábanas.
Marcos se vistió y se despidió de ella. Antes de salir, se inclinó sobre ella y zambulló sus dedos en su empapada vagina por última vez.
Ana gimió al sentir ese asalto y después cerró los ojos…
Salí de mi encierro ya desnudo, sosteniendo mi verga endurecida entre mis manos. Ana sintió que estaba penetrándola y se quedó muy quieta. Acabé enseguida en su castigada concha y ella sonrió al recibir mi semen…
Me abrazó y me rodeó con sus piernas, para que no me saliera de ella. Todavía seguía muy, muy caliente.
Me dijo que, al día siguiente regresaría a esa tienda… su tarjeta todavía tenía bastante crédito…

Bir yanıt yazın

E-posta adresiniz yayınlanmayacak. Gerekli alanlar * ile işaretlenmişlerdir