El culo más deseado de mi vida ( Segunda pa

Babes

El culo más deseado de mi vida ( Segunda pa

Como ya les conté en mi relato anterior, mi pasión por Griselda, su cuerpo y en especial su culo, me llevaron al matrimonio del cual no estoy para nada arrepentido.

Antes de ello pasamos muchos encuentros sexuales en donde desatábamos nuestra pasión de mil maneras. Ella respondía a mis caprichos siempre. Cogíamos a cualquier hora y en cualquier lugar, lo hacíamos de todas las formas imaginables. Siempre dispuesta a todo, pero el negrito no lo entregaba. Llegué a amenazarla con que me separaría, y nada. Ella siempre firme en su decisión. Cada sesión de sexo yo terminaba muerto físicamente pero insatisfecho por no poder hacerlo por atrás.

Mi desazón no tenía consuelo a pesar de que Griselda se esmeraba en complacerme con todas las formas de cariño y entrega de su cuerpo. Así las cosas hasta que un día se abrió el cielo para mí. Fue el día de mi cumpleaños, el segundo después de nuestro primer encuentro y meses después de nuestra boda.

Era cerca de medianoche. Ya se habían ido los familiares y amigos. Yo me había bañado y estaba en la cama esperando que Griselda se acostara. Se abrió la puerta del baño y se apareció con un baby doll negro transparente que dejaba ver una bikini y un corpiño del mismo color. Una belleza total, se acercó a mí con pasos cortitos contorneándose. Cuando estuvo próxima, me susurró al oído
• …Ahora te voy a dar mi regalo de cumpleaños, espero que te guste.

Sin dejarme pronunciar una palabra se echó sobre mí y me empezó a besar con pasión.

Cuando le pareció oportuno, cesó con la sesión de besos y arrastrándose con su cara hacia abajo por mi cuerpo, con su lengua me lamió cada centímetro de mi pecho. Cuando llegó a la zona genital, tomó mi cipote, que ya estaba duro como piedra, y se introdujo muy despacio en su boca lamiendo repetidamente el glande. Con sus manos, aferradas a mi verga, me hacía una suave paja. Me beso y chupó los testículos y hasta llegó a merodear mi ojete con su lengua. Demás está decir que yo estaba a punto de derramarme cuando se detuvo y me dijo.

• Esta noche te voy a dejar que me hagas el chiquito, con la condición de que no me hagas doler…

No lo podía creer, mi sueño estaba a punto de concretarse. Medio aturdido por la novedad pregunté.

• Estás segura mi amor?

• Totalmente segura…me respondió.

• Agregó…es mi regalo de cumpleaños, es lo que tanto me pedías, no es cierto?…

Me quedé mudo. Cuando pude articular una palabra le dije…

• Desde ya que te lo agradezco y te prometo que no habrá dolor y que ambos gozaremos muchísimo.
• Yo ya estoy dispuesta y te diré que con un poco de curiosidad…me respondió.

Traté de serenarme un poco y me levanté para buscar una crema que había comprado hacía algún tiempo con la ilusión de usarla en una ocasión como la que se presentaba. De los nervios no la encontraba. Revolví un poco mi cajón y al fin di con ella. Regresé al lecho y luego de besarla repetidas veces, le susurré al oído.

• Mi amor tienes que acostarte dándome la espalda y levantar la cola apoyándote en tus brazos…

Frente a mí, que estaba de rodillas detrás de ella, tenía el culo más hermoso de mi vida totalmente a mi disposición. Lo comí a besos nuevamente como aquella primera vez. Con mi lengua recorrí toda la extensión de su raja y deteniéndome en el chiquito lo chupé con pasión. Luego, con una mano separé los cachetes y empecé a tocar con un dedo lleno de crema el negrito de Griselda. Primero fue tanteo y ligera presión para que el esfínter comenzara a ceder. Hasta ahí todo bien pues solo recibí un respingo que fue más bien de sorpresa. De a poco fui metiendo mi dedo, el índice, y haciendo suaves masajes circulares para que los músculos fueran aceptando la presencia de un extraño. Como no recibía comentarios pregunté.

• Todo bien mi amor?…

• Respuesta, …por ahora todo bien, solo una pequeña m*****ia.

Me sentí con la obligación de anunciarle lo que venía, y le dije.
• El dedo está tratando de dilatar tus músculos y vamos bien, ahora irá otro para lo mismo.

Y ahí nomás mandé al agujero el dedo mayor. El respingo fue mucho mayor pero no hubo quejas. Después de unos minutos del continuo masaje circular, mandé el anular que fue recibido en silencio. Tarea cumplida. Ahora venía lo mejor.

Cubrí con abundante crema mi picha y tomándola de la cadera con mis manos apoyé la cabezota en el negrito. A pesar de las ganas de meterlo a fondo, me contuve y muy despacio metí todo el glande que fue recibido esta vez con un quejido mayor. La animé diciendo.

• Ya está lo peor pasó y lo hiciste bien, ahora nos quedamos unos minutos quietos.

No sé si fueron dos o tres minutos pero parecieron interminables. Cuando pensé que todo iba bien comencé a pujar. Claro está que lo hacía muy lento. Pregunté.

• Te duele mamita?…si quieres me detengo.

• No por favor, me duele un poquito pero ya se me está pasando, seguí, seguí.

Alentado por sus palabras avancé hasta que llegué al final de mis posibilidades. Me detuve y esperé unos segundos. Me pareció percibir suspiros de goce por parte de mi mujer, así que empecé un pistoneo lento pero firme. De a poco el ritmo fue creciendo y Griselda con una mano en mi pierna me ayudaba al tiempo que me decía.

• Que hermoso papito la siento toda dentro y me gusta cuando la metes y sacas, dame más por favor…

Me desaté. Todos los años de deseo contenidos me dieron ánimo para arremeter furiosamente con más fuerza y rapidez. Estaba en la gloria y no quería acabar para que mi goce fuera eterno. Sentía que ese ojete estrecho y virgen me apretaba la verga como tratando de exprimirla, ella se animó y cada tanto acompañaba mis acometidas. De vez en cuando le daba unas suaves palmadas en sus nalgas y le animaba a que gozara con mi picha adentro. Aguanté todo lo que pude y cuando Griselda que silenciosamente gozaba con mi ariete en su ojete me anunció que se venía, me dejé llevar por la locura del momento y le inundé su culo con una descarga seminal que no terminaba nunca y que acompañé con un grito que me salió del alma.

No la quería retirar por más que pasados unos segundos la erección empezaba a disminuir. Me abracé a sus pechos y con mis manos los magreé, mientras besaba su espalda. El peso de mi cuerpo venció su resistencia y se dejó caer conmigo encima. Cuando mi verga terminó de salir la di vuelta y le comí la boca a besos, repitiendo una y cien veces.

• Gracias mi amor, me has hecho muy feliz…

Debo confesar que ese polvo me dejó desecho. Había puesto toda la ilusión en ese momento y toda mi energía parecía haberme abandonado. Sin embargo, las caricias de Griselda y sus besos me fueron dando vida y nuevo vigor.

Me dijo

• Estuvo muy bueno y gocé mucho por detrás. Cumpliste porque casi no tuve dolor. Al principio era una sensación extraña, pero nomás acostumbrada el goce fue distinto pero hermoso.

• Como te habrás dado cuenta, yo llegué a la gloria. Sentirme adentro tuyo y mi verga apretada jugando con tu negrito fue lo máximo. Para eso esperé tanto tiempo y la recompensa fue fabulosa.

• Vos tuviste lo tuyo, y ahora yo quiero lo mío.

• De que se trata? Dímelo y lo tendrás.

• Quiero que me comas la cuca y luego me la metas por ahí, vale?

• Tus deseos son órdenes.

Me acosté a sus pies y abriéndole ambas piernas me zambullí a chupar esa divinidad que tenía entre sus piernas. Recuperé fuerzas y entusiasmo. Mi boca y la lengua se propusieron darle el máximo placer a Griselda y empecé a comer esa concha que me recibió muy pringosa como consecuencia de la calentura que mi esposa tenía. No le di tregua y lamí hasta el más recóndito de sus sitios, animado por los suspiros y gemidos con que ella me hacía saber lo bien que la estaba pasando. Estaba en lo mejor de mi tarea cuando Griselda me aprisionó la cara con sus piernas y se entregó en un orgasmo total que la dejó temblando primero y tiesa después. Pregunté

• Mi amor estás bien? Qué te pasa?

• Nada malo. Gocé tanto ese orgasmo que creía que me iba. Fue tremendo. Estoy casi sin fuerzas.
• Si es así, me siento complacido por haberte devuelto la dicha que tú me diste antes.

• Dame un par de minutos que me recompongo y seguimos con el tercer acto.

• Siempre listo para el combate mi señora.

Me recosté junto a ella y la besé, mientras pensaba la suerte que había tenido de encontrar esa diosa del sexo. No pasaron más de cinco minutos cuando su mano buscó mi verga dándome la señal de largada. Cuan largos éramos quedamos cara a cara besándonos. Le pedí que pasara su pierna izquierda debajo de mi cintura de forma que quedé enfrentado con su coño. Sin dejar de besarla, muy despacio y sin apuro fui metiendo mi ariete en su vagina. Se deslizó sin problemas porque Griselda estaba muy mojada después de la acabada anterior.

La abracé fuerte mientras mi verga llegaba al final de su recorrido y arremetí con todas mis fuerzas en el consabido vaivén. Así abrazados y besándonos nos dejamos llevar por el éxtasis del momento y nos entregamos en sendos orgasmos que nos colmaron de goce.

Así abrazados nos quedamos dormidos hasta quien sabe que hora de la noche. Creo que fue mi mejor cumpleaños de mi vida.

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