Experiencias Juveniles

Amateur

Experiencias Juveniles
Experiencias juveniles

El presente relato comienza cuando apenas yo había cumplido los 18 años, pero por mi
aspecto nadie diría que tenía más de 15, aunque luego al verme desnudo, cuando veían
mis atributos nadie dudaba de mi edad, es más, después pensaba que me estaba quitando
años…, por entonces había entrado a trabajar en nuestra pequeña empresa familiar un
muchacho de mi misma edad que se llamaba Domingo. Yo aún no me consideraba homosexual,
ni tan siquiera bisexual, pues no sabía que era eso me gustaban algunos tíos y también
las tías, había salido con chicas, pero sentía una atracción especial por Domingo por
que, además, era un tío muy legal, muy caliente y muy morboso, yo estaba ansioso por
ver su verga y a los pocos meses tuve ocasión de comprobar que ésta era enorme, porque
en cierta ocasión que nos habíamos quedado solos, comenzamos a hablar de temas de sexo,
aunque siempre referidos a chicas, nunca a hombres, yo le decía, y era cierto, que me
excitaba mucho con aquellas conversaciones en las que imaginábamos que nos follábamos
a unas tías y, entonces le dije: “Oye, ¿tu estás empalmado?”, él me dijo que mucho, yo
ya lo sabía por el enorme bulto que se podía ver en su bragueta, y le dije: “Yo estoy
muy empalmado” y le pedí que me mostrase su verga, él se hizo un poco de rogar pero
finalmente accedió y, abriéndose la bragueta dejó salir una enorme polla gordísima de
al menos 20 ó 22 centímetros, !!Dios mío, que hermosura!!, la polla más grande que he
visto nunca, aún hoy, muchos años después, recuerdo con asombro la verga tan grande de
Domingo, un capullo grandísimo totalmente descubierto, sonrosado, brillante, una polla
que no podía rodear con mi mano y que me excita todavía al recordarlo y escribir este
relato, yo pedí a Domingo que me dejara tocar su miembro, al principio él rehusó, pero
como estaba tan excitado insistí y finalmente accedió, pero yo no me limité a tocarlo,
sino que cuando lo tuve entre mis manos, comencé a masturbarlo con mucha suavidad, de
manera que él estaba encantado y ya no volvio ha hacer ningún gesto para impedir que
nos corriésemos juntos, que placer, aquello parecía una fuente, un manantial manando
su blanca leche, ¡Que abundancia de semen salía de aquella enorme verga!, después de
limpiarnos, él estaba muy avergonzado y me dijo que no se explicaba cómo había podido
ocurrir, insistió en que eso no podía volver a repetirse, que aquello no estaba bien
y seguramente era sincero pero creo que lo que mas temía era que se enterase mi padre
que era un hombre de gran genio y un pronto algo irascible, al que todos temían y
respetaban, este tipo de encuentros con Domingo se repitieron algunas veces mas, yo
estaba encantado de poder tocar y disfrutar de aquella verga tan grande, es más, me
quedaba con unas ganas enormes de poder chupársela y que su leche resbalase por toda
mi cara, aunque debo reconocer que era yo quien le provocaba con conversaciones sobre
mujeres que a él le excitaban muchísimo, a lo largo de estas conversaciones conseguía
mi propósito de excitarle y masturbarnos juntos, nadie sospechó nunca de este tipo de
encuentros “casuales”, Domingo era un chico muy reservado y discreto, pienso que él
también hubiese querido algo más pero creo que tal vez por temor a mi padre, más que
por su propio rechazo a estas relaciones, aquello nunca fue a más, además, hay que
comprender que estábamos en unos tiempos muy difíciles en los que las relaciones
homosexuales estaban penadas hasta con cárcel, hoy hubiese sido diferente. Gracias a
estos actos ocasionales, yo fui adquiriendo una cierta experiencia sexual con personas
de mi mismo sexo. Aunque éstos nunca pasaron de tocamientos o roces y no sé si es por
que yo inocentemente provocaba lo mismo, el caso es que tuve algunas proposiciones,
algunas de las cuales se materializaron de forma muy arriesgada y poco satisfactoria.
Recuerdo que por entonces asistía a clases particulares de recuperación, y las mesas
de aquella academia eran alargadas, con sillas plegables, y nos sentábamos unos junto
a los otros. En la misma clase había un muchacho un poco mayor que yo con quien tuve
algunos tocamientos, éste chico procuraba sentarse siempre junto a mi, a mi lado, en
cierta ocasión observé que se estaba masturbando por debajo de la mesa.

Miré disimuladamente y vi que estaba sacándose la polla del pantalón y que comenzaba
a pajearse, entonces y, con todo el descaro del mundo, rocé mi pierna contra la suya,
estaba demostrándole que me había percatado de lo que estaba haciendo, como era verano
ambos íbamos con pantalón corto, por lo que era bastante fácil sacarse el pene por la
corta pata del pantalón, así que yo hice lo mismo y entonces él comenzó a masturbarme,
haciendo yo lo propio con él y llegando ambos al orgasmo pero inesperadamente abandonó
las clases y otro compañero que al parecer se había percatado de aquellos tocamientos,
se sentó a mi lado a partir de entonces. Este otro chico, era un poco bajito, pero muy
atractivo, era de esas personas que de ellos se dice que tienen “sex-apeal” y desde el
primer día comenzó a provocarme, de modo que yo continuaba con este tipo de contactos
con mis compañeros de clase, se siguierón produciendo por algún tiempo con este otro
muchacho, hasta finalizar las clases.

Por aquellos días mi padre, quién siempre decía de que era su “ojito derecho”,
me propuso irnos a pasar un fin de semana, (de sábado a domingo) a un refugio
que tañíamos en la montaña. A él le gustaba mucho la pesca y muy cerca de la
casita había un lago en el que se pescaban muy buenas truchas. Yo le acompañé
muy gustoso, pues estaba muy unido a él, aún más desde la muerte de mi madre y
después de comer nos dirigimos hacia allí.

Descargamos las cosas y nos instalamos en la casita. Ya se había hecho de noche
y hacía un poco de frio. Mi padre encendió una pequeña chimenea de leña que
tenía la casita, cenamos temprano y luego, después de leer un poco nos dirigimos
a dormir. Aquel refugio solo tenía un dormitorio con dos pequeñas camas a ambos
lados de la habitación. Mi padre se instaló en una y yo en la otra. El me dio
las buenas noches y nos disponíamos a dormir.

Como quiera que fuese, por el cambio de cama o por la situación poco usual de
encontrarnos mi padre y yo en la misma habitación, no podía conciliar el sueño y
no dejaba de dar vueltas en mi cama. Tampoco dejaba de pensar que un poco antes,
cuando nos disponíamos a acostarnos y mi padre se desnudó, observé un gran
paquete después de quitarse el pantalón, quedándose en calzoncillos. Nunca me
había percatado de eso, pero creo mas tarde, debido a los acontecimientos que
siguieron, supe que a él no le pasó desapercibida aquella mirada disimulada
hacia su entrepierna.

Yo no paraba de dar vueltas en la cama y al poco rato mi padre me dijo: “¿Tu
tampoco puedes dormir?”. Yo le dije que no y que, además tenia un poco de frio.
Entonces él me dijo: “¿Porqué no te vienes a mi cama y nos calentamos los dos?.
¡Dios mio… yo lo estaba deseando!!. Así que me faltó tiempo para saltar a su cama.

Mi padre no solía usar pijama, así que estaba acostado sólo con camiseta y
calzoncillos. Y yo había olvidado llevarme mi pijama, por lo que me encontraba
igual que él.

Allí estábamos los dos, cuerpo con cuerpo pegados el uno al otro y calentándonos
mutuamente. Mi padre se acomodó moviéndose un poco para dejarme sitio y yo estaba
muy excitado. El se percató de mi excitación y pasó disimuladamente su mano por mi
entrepierna, percatándose sin ninguna duda de que yo estaba totalmente empalmado.

Yo estaba muy nervioso pero mi padre me abrazó y me dijo: “¿Qué te pasa, hijo?”.
Yo no sabía que decirle, pero el me dijo: “Yo estoy igual que tu”. “Pero estas
cosas pasan”, -agregó-. “No sientas ningún rubor, porque esto no es nada malo”…
El cogió mi mano y la llevó suave y delicadamente hacia su miembro viril que
estaba casi a reventar. Le marcaba un enorme bulto en su calzoncillo y se
adivinaba una polla descomunal, ahí oculta, bajo su escasa ropa.

Yo no opuse ni la más mínima resistencia. Todo lo contrario, agarré su miembro
con mi mano, que no llegaba a abarcar aquella verga grandota, y comencé a
acariciarla por encima del calzoncillo. Mi polla también estaba casi a punto de
estallar, y en aquellas caricias, observé que mi padre había manchado su ropa
interior con la baba pre-seminal que brotaba de su capullo.

Ya no podía aguantar más, así que me deslicé hacia debajo de la cama y buscando
su vergota, la succioné con mis labios, metiéndola hasta el fondo de mi boca, que
apenas podía albergar tanta grandeza. El jadeaba de placer y yo seguía chupando y
chupando, mientras me percataba que no dejaba de babearle. Un líquido viscoso y
salado que no dejaba de emanar por el hoyito de su enorme glande. Mientras, yo
estaba completamente mojado por la misma causa, aunque aún habríamos de disfrutar
mucho aquella noche, hasta llegar al orgasmo.

Andábamos ya bastante calientes y nos sobraba toda la ropa de la estrecha cama.
Muy tímidamente propuse a mi padre que él hiciera lo mismo con mi polla.
Entonces el se dio la vuelta y ambos comenzamos a comernos nuestras vergas en un
delicioso 69. Algo que yo jamás había hecho. Mi padre me dijo que yo también
tenía un pene muy grande y estuvimos disfrutando de aquellos momentos hasta que,
finalmente nos corrimos, el uno sobre el otro. La leche de mi padre me llenó
todo el pecho. Había leche como para preparar el desayuno del día siguiente y
aquel líquido viscoso y blanco me resbalaba a ambos lados del pecho. Algo
increíble que yo no había visto nunca.

Cuando hubimos terminado, mi padre me limpió y se limpió a sí mismo y volvió a
la postura inicial. Desnudos como estábamos, me abrazó a su cuerpo y ambos nos
dormimos profundamente.

A la mañana siguiente ninguno de los dos mencionamos aquello. Era como si nada
hubiera ocurrido. Con toda normalidad mi padre me hablaba y yo también a él,
pero nunca más volvimos a hablar de aquel incidente.

Así transcurrían los días pero, al cabo de unos 10 meses, mi padre sugirió volver
al refugio de la montaña. Yo estaba encantado pensando que se repetiría lo de la
vez anterior. Pero todo había cambiado y mi padre jamás volvió a proponerme ningún
tipo de contacto sexual. Yo incluso, me movía y movía durante la noche en mi cama
y no podía conciliar el sueño esperando que él me dijera algo, “acércate a mi cama”
o algo por el estilo. Pero mi padre ya nunca volvió a proponer nada parecido.

Esporádicamente tuve tocamientos y masturbaciones con compañeros de trabajo, pero
recuerdo con un enorme cariño y una gran ternura aquella experiencia sexual con mi
padre. Fue algo muy bello y jamás tuve con nadie tanta satisfacción como con él.
Y el recuerdo de su enorme verga dentro de mi boca, aún me sigue provocando una
fuerte erección, como en este momento al recordar y escribir estas experiencias.

Posteriormente he follado con mujeres y con el paso de los años, conocí a una chica
muy linda nos casamos y tuvimos 2 hijos muy hermosos, hoy en día somos un matrimonio
completamente feliz y con unas relaciones sexuales plenamente satisfactorias.
Ya nunca mas me he acostado con hombres, aunque debo ser sincero y reconocer que
cuando voy a la playa, no puedo evitar fijarme en el paquete de algunos tíos que se
pasean por la arena y pasan por delante de nosotros, (mi esposa y yo). Discretamente
me fijo en el bulto que hay debajo de esos minúsculos slip o tangas y debo reconocer
que fantaseo con comer pollas grandes y duras que imagino debajo de esos tangas,
pero inmediatamente me recompongo y vuelvo a la normalidad, bajando de las nubes.

Me gustaría que este relato tranquilizase a muchos hombres que, no reconociéndose
homosexuales, ni tan siquiera bisexuales, se empeñan en negar que les gustan los tíos
y que –a veces- fantasean con este tipo de experiencias. A ellos les digo que no son
ningunos monstruos por desear acostarse con hombres. Y que son muy pocas las personas
–exclusivamente- héteras, ya que la mayoría de ellas tiene, o ha tenido, tendencia
hacia el propio sexo en algún momento de su vida.

Bir yanıt yazın

E-posta adresiniz yayınlanmayacak. Gerekli alanlar * ile işaretlenmişlerdir