Juventud travestí

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Juventud travestí
Les voy a relatar las experiencias travestí que tuve de muy pequeño; ocurrió de una manera casi sin darme cuenta, pasaba mucho tiempo solo en casa después de la primaria, ya iba en 5to grado.
Mi primer contacto con porno travestí y gay fue en 6to grado, en una ocasión un amigo de clase llevo varias películas y revistas para adultos, y nos las rolábamos a escondidas, un día te prestaban las de mujeres negras, y otra las de mujeres blancas maduras, y otras las más raras, habían de lesbianas y gay.
En fin, había de todo, hasta películas beta y vhs nos tocaron en el préstamo, tenías un día para poderla ver y devolverla al día siguiente. Me llamó la atención ver una revista donde un hombre negro con grandes testículos y gordísima verga, penetraba por el ano a una mujer morena muy menudita, la temática de la revista era la comida, había pepinos en anos de jóvenes hombres morenos, miel en las tetas y bragas de las chicas, chantillí, fresas, y plátanos, era un coctail de sexo y comida.
Me dio mucho morbo ver como una mujer se podía meter un pepino o una enorme verga en el ano o la panocha, y me comencé a chaquetear mientras observaba las imágenes llenas de sexo y sudor. No pasó mucho tiempo para que entendiera que yo también podría hacer lo mismo, y que encontraría un nuevo límite en mi sexualidad.
La primera vez que me di el valor, lo hice con un pepino; fue muy difícil y extraño para mí, la inexperiencia me cobró caro, me lastimé porque no lubriqué lo suficiente mi ano, sangre un poco, pero después miré en una película como el varón le iba metiendo uno a uno sus dedos dentro del apretado ano de la chica, hasta lograr abrir su enorme culo.
Y pues… seguí paso a paso el procedimiento. Al principio me costó mucho trabajo dominar mis nervios, mi esfínter y la posición correcta para que mi canal anal se expandiera y permitiera que el enorme pepino se alojara detrás de mi próstata.
¡Lo logre al fin! Ya en cuclillas coloqué el pepino entre mis talones, rodeando con mis pies el verde espécimen, previamente ya había lubricado mi cavidad con una jeringa grande sin aguja claro, me metí en el ano, unas 4 cargas de una mezcla de gel para el pelo y agua tibia, empecé a meterla poco a poco y en cada descarga intentaba de a poco meterla más profundo en mi fundillo virginal.
El 4to jeringazo lo coloqué un poco afuera para empezar a meterme el pepino. Me coloqué un pequeño espejo justo frente a mi pene para poder ver bien que estaba haciendo.
Toda esa bomba de nervios y morbo me provocó un escurrimiento en mi pene, temblaban mis piernas, empecé a empujar mi propio peso sobre la punta angosta del pepino sobre mi húmedo ano. Comencé a hacer movimientos rítmicos de entrada y salida conforme mi cuerpo se acoplaba a la anatomía del pepino.
Pronto y sin darme cuenta ya me había sentado totalmente en él, me embargo un regocijo mórbido y placentero, empecé a sentir como mi próstata era estimulada con brutalidad por el rico pepino, pero también me daba morbo verme penetrado por el pepino y ser como las chicas de las revistas, penetradas por el ano de la mano de un varón negro y fuerte, entonces comencé a masturbarme y a penetrarme yo mismo. Era la locura, me comenzaron a temblar las piernas y comencé a sudar por todo el cuerpo, mi ano pedía más velocidad, mi próstata, cambio el significado del orgasmo, mi verga se desinfló, pero el placer seguía en aumento cada vez que me ensartaba una y otra, y otra vez, entonces de lo profundo de mi espina bajo un electrizante orgasmo, se me paró de inmediato el pene; sentí la necesidad de sacarme el pepino del culo, pues mi orgasmo se veía interrumpido por la presión del pene vegetal dentro de mí, lo saqué rápido y al instante eyaculé explosivamente, salían chorros de semen con fuerza de mi pene.
8 contracciones me bastaron para esa ocasión, las piernas se me doblaron, caí rendido al ritual pagano, el corazón se me salía del pecho.
Después de recuperar las fuerzas, me di cuenta de algo un poco asqueroso, el pepino que tan rico me sabia dentro, estaba lleno de mierda, y el piso de la recámara estaba manchado con semen y mierda. Pero en un abrir y cerrar de ojos noté como una de mis contracciones me permitió ver mi ano totalmente abierto, podía entrar un puño entero en mi cola,
¡Guau! increíble unté un poco de mi semen limpio en mi ano.
Obtuve grandes avances en cada una de mis sesiones, aprendí que para no cagar el pepino debía hacerme un enema, y que para descubrir una nueva ruta en la lubricación debía usar lubricantes íntimos, y no gel de pelo, y que si quería repetir el orgasmo prostático debía utilizar condón en los pepinos cada vez ya que aunque me hiciera el enema, mi ano al excitarse liberaba un poco de mierda líquida de vez en cuando; llegué a masturbarme hasta 3 veces seguidas de esta manera un mismo día, es muy adictivo ese tipo de orgasmos.
También comencé a descubrir un raro gusto por la semejanza de mis piernas y muslos en las poses de penetración anal con el de las mujeres de las películas y las fotos de las revistas, era muy delgado a esa edad y alto, se veían geniales mis piernas abiertas; clavadas por un pene vegetal.
Un día mi madre tiró unas pantimedias a la basura del baño y yo las recuperé, las lavé y me las puse. Fue imposible no imaginarme con las pantimedias negras puestas, en mis piernas ocultando mi verdadero sexo, y sentirme mujer, eché a volar mi imaginación y tomé unas zapatillas negras, y una falda, y me volví loco otra vez, el orgasmo se volvió divino, potente, hermoso y morboso.
Poco a poco tomaba más travestismo sobre mí, me enchinaba las pestañas, me ponía collares, me compre una peluca pequeña y corta, me maquillaba, me ponía rellenos en las tetas, usaba faldas, licras, pantaletas, tangas, cada vez me tardaba más en el esmero y composición de mi disfraz, y eso reducía la cantidad de orgasmos logrados, pero eso no me importaba, el placer crecía en cada detalle que a mí me gustaba de la ropa o los zapatos, las pestañas postizas, etcétera.
Un día casi me atrapan totalmente vestido en la recámara, por muy poco evité que mi madre me viera maquillado.
Con el paso de los años, las responsabilidades y las novias, se me fue perdiendo el gusto por el travestismo; a veces juego con mi mujer y cambio roles con ella, me vuelvo más enigmático y cazador cuando lo hacemos, y obviamente, provoco que se le derrita la panocha como la mantequilla cuando jugamos así, a mí me encanta el encaje negro, y ella lo sabe, en cambio a ella le prende el color beige, que me maquille y me quite todo el vello del cuerpo. Todavía no la convenzo de que me haga peggin, ya compré el arnés especial para ella, será el tema a vencer en vacaciones; nos vamos solos una semana al mar, a ver si ahora se me hace que me ordeñe como hace años no lo he hecho.

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