MI TÍA ALBA ES INSACIABLE.

Anal

MI TÍA ALBA ES INSACIABLE.
Para quienes estén leyendo estos primeros relatos y crean que debería numerarlos para que los sigáis mejor, ya os digo que eso lo haré con otras historias, en estas, que son las primeras, quiero ver si os gustan mis relatos. Así que siendo todos parte de una misma historia, la he ido escribiendo conforme recopilaba datos a través de familiares que vivieron la historia completa o en partes, así que os invito a leerme como os dé la gana, y agradeceré vuestros comentarios. De momento el protagonista es un chico, pero en otros momentos serán mujeres, incluso las que aparezcan en primera persona; lo iré haciendo de la mejor forma que os provoque.

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Aún no me había corrido, y sin embargo no me sentía incómodo por no haberlo hecho ni porque tuviese la polla como el pitón de un toro, al contrario, estaba descubriendo, primero con mi tía Diana y ahora con Alba, que podía controlar mis eyaculaciones y disfrutar como si las tuviera, porque verlas a ellas contorsionar sus cuerpos cuando entraban en un estado multiorgásmico era un descubrimiento de mi sexualidad que se lo debía a Rosalía, la profesora que nos da Ciencias de la Naturaleza en el instituto, que al haber estudiado un Master en sexología, nos daba clases particulares en su propia casa a aquellos alumnos o alumnas cuyos padres o tutores nos apuntaban. En mi caso particular, además de que mi madre enseguida lo aprobó cuando mi abuela habló con ella, con la profesora Rosalía tenía un trato muy particular, que ya relataré en su momento.

Estaba liando el porro que Alba me había pedido cuando escuché que llamaban a la puerta.

— ¿Quién es? – Pregunté sin abrir.

— Soy Isabel, abre. — La verdad que no me sonaba nadie con ese nombre.

— ¿Qué Isabel?
— ¡Es la del ascensor! –Me gritó mi tía desde el salón. — Y le abrí la puerta.

— ¡Hola otra vez! ¿Me dejáis entrar? – Ni siquiera me había puesto la toalla por encima, así que la había recibido en cuero; eso no fue todo, sino que ella entró directamente al salón y Alba permanecía desnuda y con aspecto de recién follada.

— ¡Joder, vaya manera de recibir a una huésped! – Dijo Isabel – Imagino que acabáis de terminar de follar. ¿Cómo os ha ido?

— No, aún no hemos terminado, mira mi sobrino como tiene la polla. ¡Estamos en ello!

— Sí, veo que la tiene muy rica, pero a ti sí observo que te has corrido. — Y le señaló para la meada que había en el sofá, en el suelo y ella misma que estaba chorreando. — ¡Ningún hombre me ha hecho mearme al correrme! ¿Tan bueno es tu sobrino follando?

— ¡Míralo, casi me mata de gusto y ahí lo tienes como si viniera del Olimpo! ¿Fumas porros?

— A mí marido no le gusta que fume, pero también lo hago cuando estoy con mi sobrino, me pone muy cachonda. ¡Aunque veo que no tan putita como el tuyo te pone a ti!

— ¡Sí, me ha dejado el coño para el arrastre! – Dijo Alba mientras le daba unas caladas al porro que le había encendido.

— No te quejes por eso, al fin y al cabo unas buenas folladas es lo mejor que podemos tener las que hemos encontrado a alguien que nos deje satisfechas Por cierto. ¿Hacéis tríos? –Nos preguntó mirándonos a ambos. — Aproveché que Alba estaba tosiendo para intervenir antes que mi tía delatase algo, que ni siquiera me lo había contado a mí.

— En realidad sólo llevamos unos días juntos. — Tampoco quise cerrar puertas, porque conociendo ya bastante bien a mi tía Alba, cierta ambigüedad le gustaría para ella no intervenir.

— ¿Tú si los haces? – Le preguntó Alba.

— A ver, aunque no lo creáis, yo me casé virgen porque de jovencita lo que me gustaban eran las chicas, aunque tampoco tuve con ninguna de ellas lo que podríamos denominar sexo lésbico. Mi marido dice que debió ser “experimentos de la sexualidad juvenil”; yo no creo que fuera eso, tuve rolletes muy satisfactorios con algunas amigas del instituto, pero que eran tan inexpertas como yo y no llegamos a meternos nada en el coño, más allá de masturbarnos juntas o rozarnos nuestras pipitas en inexpertas tijeras. Y como ya habréis imaginado por lo que os conté en el ascensor, mi marido padece de impotencia sexual y aunque a veces consigue cierta erección, al tenerla demasiado pequeña no es suficiente como para satisfacerme. Pero su impotencia se hizo más patente al cumplir los 50 años y debe ser un problema de ADN familiar, porque su hermano, es decir, el padre de Patxi, el sobrino con el que follo, tiene el mismo problema que mi marido y mi cuñada el mismo que yo, aunque a ella, su falta de sexualidad matrimonial le ha llevado al lesbianismo, ya que salía con amigas para distraerse de su fracaso sexual matrimonial, una de ellas es lesbiana y fue la que la inició.

— Hay muchas personas, sean matrimonios o parejas de hecho, que al final, uno u otra se aburren de lo que tienen en casa y buscan otras salidas — Fue el argumento de Alba ante la declaración de Isabel.

— Sí, y cada vez más. Al final, todas las mujeres vamos a terminar siendo tortilleras, porque los tíos de hoy y hablo en general porque mi Patxi es especial y veo que tu sobrino es súper especial, no es fácil encontrar un hombre que nos sepa llevar a una sexualidad que nos satisfaga completamente.

— Bueno ¿entonces es que tú también tienes relaciones con mujeres a través de la madre de Patxi? –Mi tía no se conformaba con declaraciones a medias.

— Bueno, el encuentro con mi cuñada fue posterior. Patxi es muy morboso, y cuando ya llevábamos un tiempo liados, un día me presentó a una novieta que él había tenido en el instituto. Fue el año pasado, y se había vuelto a encontrar con ella en la facultad, pero se había hecho lesbiana, así que para Patxi también fue un descubrimiento. No me lo ha dicho, pero sé que estuvo varias veces con su ex y la novia de ésta. Así que un día que fui a Madrid a un encuentro con él, Patxi me la presentó, tomamos unas copas por Chueca y fue como conocí todo esto que os estoy contando.

— ¡Y terminasteis follando los tres! – Afirmó mi tía Alba.

— Sí, así fue. Creo que a Carla le seguía gustando mi sobrino, también su novia se había dado cuenta de esto y había sido la otra la que había cortado el rollo entre Patxi, Carla y su novia. Así que aquella noche nos tomamos alguna copa de más y fue Patxi quien le propuso a Carla que se quedase con nosotros en el hotel, en vez de volver al colegio universitario. ¡Me encantó, os lo aseguro! ¡La comida de coño que me dio Carla, ni mi sobrino la superaba!

— ¡Joder, creo que JB también aceptaría una tía que fuese como la ex novia de tu sobrino! – Yo iba a responder, pero mi excitación seguía en plenitud con la charla de Alba e Isabel pero no me atrevía a hablar de algo que desconocía.

— ¡Pues ahí no quedó la cosa! – Dijo Isabel, pidiéndole a Alba que le pasase el porro.

— ¿Habéis tenido más encuentros? – Preguntó Alba.

— ¡Sí, y este es muy especial! Mirad, mi cuñada es más o menos de mi edad, yo tengo 38 y ella 40 años. ¡Y también tiene un macho que la pone bien, además de sus amigas tortilleras que ha ido conociendo!

— ¿Tu Patxi? – Alba lo tenía todo, además de putita era adivina.

— Sí, él ha tardado en confesármelo, pero lo hizo para proponerme un trío con su madre.

— ¡Ahí va, la hostia! – No me pude reprimir. Y observé que Alba se estaba tocando la pipa y eso era síntoma de que se estaba poniendo como yo, muy caliente con lo que Isabel nos estaba contando.

— ¿Cómo fue la cosa? – Preguntó Alba.

— Al parecer, – comenzó Isabel a relatar—la madre de Patxi le confesó a su hijo el problema matrimonial que tenía con su padre y que por su falta de sexualidad, había estado una primera vez con una mujer, le había gustado y a partir de ahí tenía varias follamigas, algunas de ellas casadas y con problemas iguales o parecidos. Patxi no sólo comprendió a su madre, sino que además se ofreció como amante de ella; según me dijo, él no ignoraba, al menos no completamente, el problema que tenían sus padres, entre otras razones, porque a través de mí, Patxi conocía lo que me pasaba con su tío, y había sido Patxi quién, hablando un día con su tío, le confesó que me estaba follando y que a él no le importaba que nos viera mientras follábamos. O sea, una cosa fue a la otra y en uno de los viajes que hice a Madrid para estar con Patxi, éste me pidió que invitase a su madre para acompañarme y que él se encargaría de confesarle a ella nuestra relación sexual.

— ¿Y qué dijo la madre al saber la verdad? – Fui yo quien hizo esa pregunta; dado mis escarceos telefónicos con la mía, a los que también me referiré en otros capítulos.

— ¿Qué iba a decir? ¡Le encantó la idea de que montásemos un trío! A través del marido, éste le había contado el problema que su hermano tenía conmigo, pero no le había dicho la verdad. Es decir, mi marido le había contado a su hermano nuestro problema, pero no le había dicho que mi amante era su hijo Patxi.

— ¡Joder, menuda historia! – Exclamó Alba, que seguía con sus dedos en el coño.

— Bueno, creo que es hora de dormir. — Dije antes de que allí pasase algo parecido a lo que Isabel nos acababa de contar. No es que no me hubiera dado morbo y quizás no lo habría impedido de habérselo propuesto una a la otra, es que me pareció no estar preparado para algo así; con Alba llevaba muy poco tiempo y además, tenía que resolver la situación que se había producido con Diana.

— Sí, tu sobrino tiene razón. ¡Venga, hazle una buena mamada antes de que os durmáis, o mañana le dolerán los huevos!

— ¿Isabel, te quieres quedar con nosotros? – Le preguntó Alba y me quedé sin aliento.

— Cariño, he venido con ganas de comerte el coño, porque al verte en el ascensor me has encantado, pero no creo que pueda competir con tu sobrino.

— ¡Él nos puede satisfacer a las dos!

— Mañana nos vemos, esta noche prefiero usar algo de lo que llevo en mi maletín sexual. ¡Disfrutad, os lo merecéis! – Al pasar por mi lado, Isabel se agachó y me besó el nabo. — ¡Dios mío, te pareces al dios Príapo!

— ¿Por qué no le has pedido tú que se quedase? – Me preguntó Alba una vez cerré la puerta.

— ¡No lo sé, tita! Quizás nos debamos conocer algo más.

— ¡Pues te tocará comerme el coño otra vez!

— ¿Sólo quieres que te c*** el coño, zorra?

— Tengo el coño que me está pidiendo de todo, incluso me hubiera gustado que me lo comiera Isabel.

— ¿Y tú a ella, también se lo habrías comido?

— ¡Esa tía está muy buena y debe ser una maquina usando todas las partes de su cuerpo! ¿No la has escuchado? Tiene que ser la hostia, además tiene pasta, no creas que esto de los hoteles con Spa nos sale gratis.

— Bueno, tampoco es que vayamos a venir cada día. –Le dije por decir algo, porque a mí me estaba encantando aquello. — Anda, vámonos a la cama — Le dije acercándome a ella. ¿Te cojo en brazos?

— ¿No vamos a terminar lo que tenemos pendiente?

Alba me la cogió y empezó a masturbarla suavemente para que fuera cogiendo cuerpo. Me hizo echarme hacía atrás, quedando tumbado pero con las piernas dobladas en el borde de la cama y poco a poco empezó a lamerme el tronco y el nabo mientras acompañaba el movimiento con la mano. Antes no me la habían chupado mucho, la verdad, Alba era la segunda mujer de la familia que se llevaba mi herramienta a la boca, y sin duda, nunca antes lo habían hecho así. Me relajé mientras ella seguía recorriendo toda la extensión de mi polla con su lengua. Luego, gradualmente, fue subiendo de intensidad y movió la mano a mis huevos, que empezó a masajear muy suavemente mientras se empezaba a meter la polla en la boca.

Se acomodó en la cama de modo que hacíamos como un 69, ella con la polla en la boca y una mano masajeándome los huevos. En esa posición, no tardó mucho en engullir toda la extensión de mi rabo. Podía notar su cara y su nariz en mi vientre y parte del escroto mientras usaba la lengua para jugar con mi polla, que se encontraba totalmente encerrada en su boca.

Todo eso no había sido inesperado y estaba tan cachondo desde antes de la llegada de Isabel, que no iba a poder controlar el correrme demasiado pronto para lo que Alba esperaba de mí después de nuestras folladas. Eso me daba un poco de mal rollo porque Alba era una viciosa mamándola siempre y cuando ella estuviera tan cachonda que también disfrutase con la mamada.

Iba alternando movimientos largos que dejaban solo el nudo dentro de su boca con movimientos más cortos y rápidos en los que sacaría de su boca la mitad de mi ariete.

Era increíble lo que hacía con la lengua. No sabría ni explicarlo, pero la movía de sitio de modo que la sensación de la mamada iba cambiando. Estaba siendo la mejor mamada recibida de mis tías, y con bastante diferencia a las que me habían hecho las compañeras de instituto, sus madres o las profesoras que habían conocido mis atributos.

La avisé, pero no me hizo ningún caso, siguió con su experto trabajo hasta que solté el primer lefazo. Entonces se enterró toda mi polla hasta el fondo de su garganta y esperó a que soltara todo el contenido de mis huevos. Podía notar como tragaba por el movimiento de su boca, lo que me producía un placer aún mayor. Cuando había descargado, soltó un poco mi rabo, que se iba deshinchando y lo fue limpiando con la lengua sin acabar de sacarlo de la boca. Cada vez que notaba cómo hacía presión me invadía una oleada de placer. Al final, volvió a metérsela entera hasta el fondo e hizo una pasada lenta hasta que mi polla volvió a endurecerse al notar que me apretaba el nabo con el cuello de su garganta. Como todo había transcurrido en un espléndido 69 sin que yo le comiese el coño porque al haberlo intentado, Alba me había apartado la cara al ser ella la que se estaba masturbando con suavidad, al correrme, también Alba lo había hecho aunque sin los gemidos de otras veces. La observé durante unos minutos, y vi que estaba enroscada sobre sí misma, relamiéndose de la lechita que al haber sido abundante se le salía de la boca, pero que ella la volvía a engullir. Y ese instante me habría gustado fotografiarlo, porque era otra variante de la sexualidad de mi tía, ni un ápice menos morbosa que las anteriores. Me estaba masturbando mientras la miraba, porque con los últimos estertores de la garganta de Alba me había dejado la polla como para volver a la batalla.

— ¿Johnny, quieres seguir follándome? – Me preguntó volviendo la cara hacía mí.

No le respondí, en la posición encorvada en la que Alba estaba, me apetecía metérsela en el coño por detrás.

— En el coño no, tengo los labios hinchados. ¡Métemela por el culo! Pero déjame que sea yo la que lo haga todo. ¡Haré que te corras encogiendo y dilatando mi esfínter! – Para mí, el que Alba tomase la iniciativa era dar un paso más en el aprendizaje. — No hagas nada, salvo concentrarte en la enculada, te gustará, te lo prometo.

No sé si la técnica que usó mi tía es conocida por las mujeres que lean este capítulo, pero el tiempo que duró, que no lo calculé en minutos sino en momentos de placer, sólo tuve que ponerle la punta del nabo a la entrada de su culito y ella se empezó a encular con una suavidad no exenta de ritmo de caderas. Al principio fue entrando poco a poco porque Alba esperaba que llegase la lubricación de su coño para embadurnarme el nabo y que entrase en su culito que se iba dilatando conforme el nudo avanzaba. No había más maniobra que esa descrita, su culo moviéndose al ritmo de sus caderas, en redondo y adelante y atrás con mucha suavidad, y cuando los pelos de mis cojones estaban pegados a su culo, sentí como si ella me abrasase el nabo con el interior de su intestinos como había hecho con la boca y la garganta. El placer era enorme, tanto, que simplemente con un ratito de brillante y bárbara enculada.

— ¡Hija de puta, estoy a punto de correrme!

— ¡¡¡Córrete, sobrino, córrete dentro de mi puto culo!!! Me has dado una noche increíble, y no quería dejar de devolverte parte del placer que me has dado desde que me follaste la primera vez

— ¡Aaaaaaaagggggggggg que gustoooooooooo! – No sé si ella también se corrió, porque sus movimientos de culo se hicieron más intensos, pero a mí me volvió loco, y mientras le soltaba lefazos tras lefazos, la tenía agarrada por la cintura y la apretaba contra mí como una lapa, aunque era una lapa que no dejó de moverse en ningún momento. Quedamos pagados como perro y perra, y así nos dormimos.

Continuará.

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