VIAJE EN MICRO

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VIAJE EN MICRO
No me gusta viajar en avión, aun cuando debo hacerlo. Pero eso sí¬, viajo en los micros clase suite, los que tienen solamente tres butacas por fila.
Esta vez, no conseguí¬ una butaca individual. Pero al menos, conseguí¬ la que da al pasillo.
Me instalé, preguntándome si habrán vendido la de la ventanilla, y quién será el ocupante.
Al rato, llegó. Una mujer madura, muy atractiva y con aspecto que a simple vista no aparentaba su edad … llevaba un gorro tejido de lana blanca que debajo dejaba sobresalir un hermoso cabello rojizo… labios carnosos… y unos pechos grandes y erguidos q parecían explotar debajo de su remera.
Me pidió permiso, y me incorporé un poco para dejarle más lugar. Mientras pasaba, le miré las caderas: de lo más interesantes.
Acomodó su bolso de mano abajo del asiento, la cartera a sus pies, sacó una revista de la cartera, la enganchó en el porta revistas y con mucho disimulo desabrochó el botón de la cintura del vaquero de corderoy que tenía puesto, mientras miraba por la ventanilla. Después de todas estas maniobras, giró su cabeza hacia mí¬, y me hizo una sonrisa como de disculpa. Me sorprendió con este gesto, y faltó poco para que no pudiera alzar la vista (hubiera notado que la estaba observando y sopesándola parte por parte). Ante su gesto de disculpa, le dije “Y bueno, hay que instalarse bien, el viaje es largo”. “Si” me contestó, ampliando la sonrisa. Tenía una boca grande, y ojos muy vivos. Quizá alentada por mi comentario, siguió con sus preparativos: bajó el apoyapiés, se sacó las zapatillas, dejando al descubierto unas simpáticas medias rojas y reclinó un poco el asiento, mirando a la nada.
No podía apartar los ojos de sus piernas. Se notaban unos muslos bien formados y firmes. Y con esas medias rojas, hasta se podía suponer una cuota de provocación.
Se acomodó un poco en el asiento, y el movimiento le levantó la remera por encima de la cintura del pantalón. Como tenía desabrochado el botón, se entrevió un poco de su vientre, de piel sonrosada y seguramente muy suave.
Ya la fantasía empezaba a tomar forma.
Me la cortó la auxiliar, sirviendo la cena. Traté de ser amable… cada vez que la auxiliar quería alcanzarle algo (la bandeja, la bebida, lo que fuere) me ofrecía a servir de intermediario, haciéndole una sonrisa.
Cuando apagaron las luces del micro, mi vecina reclinó por completo el asiento y se cubrió con la manta, no sin antes mirarme fijo y sonreírme… ante ese gesto no pude menos desearle que tenga un buen descanso, a lo que limitó a responder: “Y quien te dijo que quiero descansar justo ahora que todos duermen?”
Mi fantasía no daba para más… tenía que hacer algo. Recliné el asiento, me cubrí¬ también con la manta y me puse de costado, dando frente a mi vecina. Asi, dejé que mi brazo derecho avanzara “sin querer” hacia ella. Para lograr acercarlo tuve que ir cambiando de posición (llegó un punto en que estaba francamente incómodo, pero valia la pena). Repentinamente, sentí¬ el contacto con el corderoy. Y simultáneamente, ella se revolvió un poco en el asiento, girando a su vez hacia la ventanilla. Me quedé helado. Pensé que se había m*****ado, y que todo se iba arruinado.
Así¬ que suspendí¬ por unos minutos el lento avance de mi mano, mientras decidía si no era mejor abandonar el intento. Más que decidir, fue el impulso el que decidió por mí¬… iba a hacer otro intento. Dejé que la mano avanzara un poquito, y ya estaba en un contacto más firme con su nalga. Esta vez no hubo reacción de su parte. Sentí¬ que la emoción (o la excitación) me cerraba el pecho, y esperar unos segundos más resultó una eternidad.
También tenía que pensar cómo seguir… hasta aquí¬, el contacto podía pasar por casual. Conteniendo la respiración, giré un poco la mano, de tal manera que ya era el costado del pulgar el que hacia contacto con la nalga… se movió apenas, pero de modo que su nalga hacia más presión contra el pulgar. Supuse que en el peor de los casos, estaba muy dormida, pero que sentía el contacto como familiar. Entonces, traté de simular algo parecido… cualquiera que duerma habitualmente con otra persona, puede tender a tocarla inconscientemente. Y que llegado el caso, eso podía ser una disculpa si todo explotaba.
Así¬ que más decididamente, levanté la mano y la apoyé en su cadera. Ella no hizo nada, pero yo casi estallo… la cadera era una maravilla, y la aceptación me volvió a cortar la respiración, me causó vacío en el estómago, y una erección inmediata. Dejé la mano en esa posición un instante, y luego comencé a moverla hacia el vientre, muy lentamente.
Se me mezclaron las emociones… por una parte, la forma que palpaba era tal como lo había previsto, y encima, no había reacción de su parte.
Me puse más audaz… empecé a acariciarle cerca de la cintura. Ella acercó más las caderas hacia mi asiento. Sentí¬ que me mojaba. Y ahora qué? me pregunté. Y ahora sigamos un poco, fue la respuesta clara y contundente.
Pero necesitaba cerciorarme. Y asegurar las cosas. Me las arreglé como pude para que ambas mantas estuvieran en contacto, de modo de ocultar lo que pasaba abajo. Y continué con la exploración, bajando por el vientre hacia el muslo. Por la posición de sus caderas y piernas, el rincón sagrado me quedaba bastante oculto, pero de todos modos la caricia valió la pena… todo me confirmaba que era como me pareció al inicio del viaje.
Ella volvió a cambiar de posición, esta vez haciendo girar sus caderas de modo que su panza quedaba más accesible. Ahora sí¬, ya no cabía duda… estaba participando del juego. Y la comprobación aumentó la humedad de mi slip. La erección ya era casi insoportable.
Avancé decidido la mano hacia el centro de su vientre, y de allᬠhacia abajo, tan cerca de su pubis como pude. Empecé un movimiento muy lento de paseo por toda su panza, que me excitó aún más. Ahora el paso era tomar contacto con la piel, esa tan rosada y prometedora. Así¬ que subí¬ con la caricia justo hasta el punto donde la cintura desabrochada del pantalón había dejado el pedacito de piel al aire. Lo acaricié con la punta de los dedos. Era como de mármol, así¬ de suave. Creo que ella confundió el sentido de la caricia (o quiso mejorarla, no sé) porque con su mano libre bajó el cierre a la mitad y luego se acomodó ligeramente para poder bajar el cierre del todo.
Ya con esa maniobra, pude llegar, por encima de la bombacha (de tejido muy delgado, por suerte) hasta su concha, sintiendo por debajo el ligero bulto de sus labios.
El pantalón le ajustaba mucho en las caderas, por lo cual era imposible seguir hacia adentro con toda la mano, pero dos dedos lograron llegar hasta el comienzo del tajo, y un poco más allá. Necesitaba ponerla en el mismo estado de excitación que yo, así¬ que me dediqué a masajear el inicio de los labios con todo el entusiasmo que la posición forzada permitía. Tuvo su fruto… sentí¬ que elevaba las caderas, y empujaba un poco el pantalón hacia abajo, para darme más libertad. No se agrandó demasiado el espacio, pero ya pude meter la mano un poco más entre las piernas. Y sentí¬ los labios mayores muy abultados y la entrepierna de la bombacha húmeda. Estábamos iguales!
Me dediqué a acariciarla con todo el entusiasmo que despierta una concha grande, caliente y húmeda. Le bajé un poco la bombacha para tocar más piel. Con el elástico mas bajo, ya pude meter la mano directamente, mojármela en su hueco y ensuciarle la panza con sus propios jugos.
Los dos estábamos muy calientes. Por mi parte, empecé a moverme de modo que el miembro rozara contra el calzoncillo… necesitaba hacer algo con la erección, aún a riesgo de irme en seco.
Repentinamente, ella cambió por completo de posición… con mucho cuidado de que la manta se mantuviera en su sitio, giró nuevamente hacia la ventanilla, acercó todo lo posible sus nalgas al apoyabrazos y se bajó pantalón y bombacha… me estaba ofreciendo todo el esplendor de sus nalgas. Las disfruté como loco… las recorrí¬ de arriba abajo y de izquierda a derecha… una piel maravillosa! Con su mano, ella interrumpió esa caricia y me forzó a meter mi propia mano entre sus nalgas y muslos… mientras me guiaba la mano, separó lo suficiente las piernas para que mi mano le cubriera toda la concha. Sentida en esa posición, era una hermosura, abultada, caliente, y muy mojada.
Me propuse hacer que acabara. Seguí¬ acariciándole el clitoris, pero me acordé que en la excitación no había prestado nada de atención a sus tetas. Así¬ que rápidamente, para que no sintiera que la abandonaba, moví¬ la otra mano, la metí¬ bajo la remera y llegué a destino… así¬ que le desnudé una teta, y se la acaricié con fuerza. No podía creer los encantos de esta mujer. Me sacó la mano de la teta y me insinuó que volviera a su concha, más mojada que antes. Ahora sí¬, me empeñe en hacerla gozar con todos los detalles posibles… su clítoris, los labios menores por dentro y por fuera, uno o dos dedos alternando con toda la palma, puse toda mi imaginación en juego para gozarla y hacerla gozar cojiendola con mis dedos, que entraban y salían de ella ya con mucha fuerza. Ella ayudaba moviendo las caderas.
En un momento, empecé a sentir cómo el líquido que salía dejaba de ser suave y empezaba a hacerse más áspero y espeso
Seguí¬ adelante, y oí¬ suspiros contenidos, mientras de su vagina brotaba un río en medio de un tremendo orgasmo. Si se estaba manchando, a ella no le importaba, así¬ que redoblé las caricias hasta que me detuvo la mano apretando los muslos hasta causarme dolor. Cuando aflojó la presión, aproveché para acariciarlos por dentro, bien cerca de los labios.
Le hice entender, con pequeños gestos de mi mano, que girara hacia mí¬. Mientras ella lo hacía, me desabroché el pantalón y bajé el cierre. Le agarré la mano, y bajándome el slip, le hice tomar mi pija durisima.
Ella sabia muy bien lo que quería que me haga, asi que empezó a masturbarme… primero suavemente para hacerme gozar mucho con es movimiento.
Empecé a moverme como si estuviera cogiendo, aunque sea una mano cerrada. No me hizo falta demasiado… sentía que estaba por acabar y ella también lo debe haber sentido porque empezó a pajearme con mucha fuerza y, para mi sorpresa y placer, se agacho desde su asiento, colocando su boca en mi verga palpitante y recibiendo toda mi leche.
Con mi leche en su boca, me miro fijamente… la trago y abrió su boca mostrándome que estaba vacia… y luego sonrio pícaramente, mordiéndose el labio inferior.
Después de mi orgasmo, nos quedamos descansando… ella agarrándome la pija, y yo con mi mano entre sus piernas.
Finalmente, cada uno acomodó su ropa, ella rebuscó en su cartera, sacó un pañuelo de papel, limpió a ciegas los lugares que suponía sucios, y luego me lo pasó para que yo hiciera lo mismo.
Luego de eso, se acomodo debajo de su manta, dándome la espalda, y creo que se durmió.
Con eso me dormí¬ también to.
A la mañana siguiente, el auxiliar nos despertó para el desayuno.
Ella incorporó el asiento, sacó un espejo y se dedicó a arreglar un poco su pelo.
No miraba más que al espejo.
“Buen día”, le dije en un tono entre neutro y cómplice. “Buen día”, me contestó con una sonrisa también complice y el mismo tono.
Estabamos llegando a destino…
Solo me dijo: “Me espera mi familia. Fue un placer”.
“El placer fue mio”, le respondi.

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