Anita en un hotel de Miami

Anita en un hotel de Miami
Anita en un hotel de Miami

Había tenido que ir hasta Miami en un muy rápido viaje; era solamente por un fin de semana y por ello decidí proponerle a Anita que me acompañara, ya que ella tenía ese tiempo libre. Aceptó encantada…
Llegamos a Miami en avión desde New York; apenas salimos del aeropuerto notamos que el calor era sofocante. Después de instalarnos en el hotel, como yo tenía ese día libre, nos fuimos a la piscina. Era un espacio bastante amplio, rodeado de jardines. Allí nos tumbamos a tomar sol….
Ana decidió no quedarse con marcas de sol y se desprendió de la parte superior de su diminuta tanga, quedando prácticamente desnuda, ya que ese hilo dental se perdía entre sus nalgas y por delante apenas le cubría los labios vaginales de su hermoso pubis depilado…

Al rato pude percatarme de que dos enormes hombres negros se fijaban mucho en mi esposa; mejor dicho, casi no le quitaban los ojos de encima. Por su atuendo trabajaban en el hotel como camareros y tenían pinta de ser cubanos, casi seguramente.
Me llamó la atención que solamente se fijaran en el cuerpo de Anita, ya que ya alrededor había muchas otras mujeres, más jóvenes y atractivas que mi esposa; pero claro, finalmente llegué a la conclusión de que Anita era la única que parecía estar casi desnuda…
Me puse a leer un periódico, restándole importancia a los dos mirones. Un rato después decidí meterme al agua para quitarme el calor. Quince minutos más tarde observé a los dos cubanos conversando animadamente con mi esposa. Como podía escuchar lo que hablaban desde donde estaba, decidí quedarme en el agua.

Por lo que pude escuchar, los cubanos se llamaban Francisco y Oliverio, andaban por los treinta años y trabajaban en el hotel como camareros de la piscina y el jacuzzi. Ambos estuvieron hablando un rato con mi dulce esposa; la piropearon durante largo rato e incluso se atrevieron a pasarle crema en la espalda para que no se quemara, para lo cual Anita no se opuso en absoluto.
Salí del agua con cara de enojado y fui hacia ellos: Debieron verme así malo, porque de forma apresurada se despidieron de mi mujercita y se fueron a trabajar.

Ana soltó una carcajada cuando me vio el gesto, preguntándome si me había puesto celoso por esos dos “inocentes muchachitos”, según su ingenuo punto de vista.
Por la noche, después de cenar regresamos a nuestra habitación, donde miramos un poco de televisión. Cerca de medianoche, Ana me dijo que no sentía nada de sueño y entonces iría al jacuzzi a relajarse un rato. Me ofreció acompañarla, pero en su rostro vi la expresión de “ni se te ocurra aceptar”, así que decliné su oferta y le dije que después bajaría al bar a tomar algo, ya que tampoco yo estaba tan cansado…
Ana se desnudó con movimientos sensuales frente a mí y se colocó una tanga negra que no dejaba nada libre a la imaginación; estaba prácticamente desnuda… Tomó una salida de baño de toalla y se despidió con un beso en el aire.
Por supuesto, cinco minutos después yo también salí de la habitación para seguirla, porque sospechaba que esos dos cubanos tenían algo que ver con el repentino desvelo de Anita…

Desde lejos vi la zona del jacuzzi. Allí adentro estaban Oliverio y Francisco… y naturalmente Anita riendo entre ambos. A la luz de la luna pude ver el reflejo de su piel ahora bronceada y noté que ya no llevaba la tanga puesta. Uno de los negros, Oliverio, se incorporó y pude ver que también estaba desnudo, con una enorme erección apuntando al cielo…
Anita parecía estar más entusiasmada con el otro negro, Francisco. Pude ver que las delicadas manos de mi mujercita estaban bajo el agua, muy cerca del cuerpo de Francisco y no me quedaron dudas de que en ese momento ella le estaba haciendo una buena paja. El negro tenía los ojos cerrados y se estiraba hacia atrás.
De repente Oliverio volvió a inclinarse sobre Ana y la hizo ponerse a cuatro patas, mientras ella no soltaba la verga de su amigo. Entonces se acomodó detrás de mi esposa y sin demasiados rodeos la tomó con firmeza por las caderas y se hundió en ella en un rápido sacudón de su cuerpo.
Ana gimió con la embestida, pero enseguida comenzó a balancear su culo contra la verga de Oliverio.
Al mismo tiempo Francisco se puso de rodillas, sacó su enorme verga negra del agua y se la metió a Ana entre los labios, haciendo que mi mujercita se la chupara.

Cinco minutos después de bombearla salvajemente, Oliverio se arqueó hacia atrás y gimió lentamente. Supe entonces que se había derramado en la concha de Anita. Ella se quedó quieta en la misma posición, mientras los dos hombres intercambiaban sus lugares.
Francisco ahora tenía su verga negra muy endurecida gracias a la acción bucal de Ana; sin perder tiempo también él se enterró en la dulce vagina de Ana, haciendo que ella saltara hacia adelante por la feroz embestida inicial.

Decidí que ya había visto bastante. Tenía mi verga dura de ver a esos dos negros cogiéndose a mi esposa; así que muy lentamente y sin hacer ruido me alejé del lugar. Me encerré en el baño de nuestra habitación, donde me hice una tremenda paja que me alivió la calentura de ver a Anita gozando con esas dos increíbles vergas negras.
Me acosté a mirar televisión y más tarde me despabilé con el ruido de la puerta de entrada, a pesar de que Anita estaba intentando disminuir al máximo los sonidos. Le pregunté cómo le había ido y muy sonriente me contestó que ahora estaba bien relajada… y que mañana sería otro día…
Por la mañana me desperté temprano y se me ocurrió espiar el cuerpo de mi mujercita bajo las sábanas. Ana tenía los labios vaginales bien dilatados y enrojecidos, señal de que había tenido una buena actividad con semejantes vergas negras. Su entrada trasera estaba bien cerrada y no había signos de dilatación, por lo tanto me imaginé que esos dos “inocentes muchachitos” no habían disfrutado del hermoso culo de Ana. No pude ver restos de semen, pero me imaginé que antes de regresar, Ana se había quedado un rato disfrutando de la calidez del jacuzzi…

Después de desayunar le dije a Ana que me reuniría con mis clientes y ella me dijo que aprovecharía para ir a la peluquería a retocarse sus cabellos. Sabía que en la peluquería no iban a estar los dos morochos cubanos, así que decidí seguirla a distancia para ver qué hacía.

No me sorprendió verla cruzar el hotel hasta el rincón más distante, donde vivían los empleados. Golpeó suavemente una puerta que se abrió enseguida, saliendo un par de brazos oscuros que la arrastraron hacia adentro. Iba a perderme la acción esta vez, pero sabía que los dos negros iban a cogerse a mi mujercita otra vez por el Campeonato…

Me reuní con mis clientes y cuando regresé al mediodía, encontré a Anita tomando una ducha refrescante. Naturalmente, sus cabellos tenían la misma forma de siempre…
Me desnudé y me reuní con ella bajo la ducha, lo cual le encantó; pero cuando intenté acariciar su pubis me detuvo, diciéndome que estaba un poco dolorida, aunque no me explicó la razón de ello.

Ana me arrastró hacia la cama y allí se puso en cuatro, pidiéndome que la cogiera por el culo. Otra vez los dos morochos habían desaprovechado esa hermosa cola de Ana, se me ocurrió pensar. Pero apenas la penetré, me di cuenta de que su ano estaba bastante dilatado; mi pija entraba y salía sin que Anita se quejara; apenas emitía unos suaves suspiros con cada embestida hasta el fondo. Además de esa dilatación anormal, sentía que su canal rectal estaba completamente lubricado; por lo que me imaginé que alguno o los dos negros habían descubierto las bondades anales de mi mujercita.

Pensar en ello me excitó mucho más todavía y acabé llenando el culo de mi dulce mujercita con mi leche caliente, expulsada con una violencia inusitada. Ana también lo notó, porque me preguntó de dónde me venía semejante calentura.

Después de cenar me imaginé que Anita me diría otra vez de ir al jacuzzi, pero esta vez dijo que bajaría al bar por unas copas. Le dije que la esperaría en la habitación. La cogida anal me había dejado demasiado relajado, le expliqué. Por supuesto, dos minutos después veía a mi dulce Anita otra vez entrando a la habitación que ocupaban los dos hombres.

Había descubierto que estaba ubicada en la planta baja y por el otro lado había una ventana que daba a los jardines, en una zona ahora bien oscura…

Me asomé discretamente, sin que ellos tres pudieran verme. Ana estaba sentada en una de las camas conversando animadamente con los dos negros; de repente los dos se levantaron y en apenas segundos desnudaron a Ana, dejándola vestida solamente con unas sandalias de taco alto.

No tardaron ellos tampoco en dejar libres sus increíbles vergas negras. Hicieron arrodillar a Anita y ella muy obediente tomó las dos vergas en sus manos y las fue metiendo en su boca por turnos, dándoles una increíble mamada hasta que estuvieron duras como vigas de acero…

De repente Oliverio tomó a mi delicada mujercita por los cabellos y la lanzó sobre la cama, donde le abrió las piernas y sin demasiados preliminares le enterró su verga dura hasta el fondo. Mientras Francisco se subió a la cama y metió su poderosa pija en la boca de Anita. Un rato después intercambiaron posiciones. Francisco se acostó de espaldas y le ordenó a Anita que lo cabalgara. Ella pasó una pierna a cada lado del cuerpo del negro y descendió, empalándose en esa verga enorme.

Mientras tanto, Oliverio se colocó detrás de Ana y le metió uno de sus gruesos dedos en el ano, haciendo gemir a mi esposa. Ahora veía al negro meter y sacar su dedo de ese estrecho orificio, mientras ella cabalgaba y gozaba el empalamiento de la otra verga negra.
Me preparé para ver a mi delicada esposa cogida por dos vergas al mismo tiempo. Oliverio se arrodilló y sujetó a Ana con firmeza por sus caderas, mientras guiaba la cabeza de su ariete hacia el estrecho culo de ella. Mi esposa aulló de dolor al sentir cómo iba entrando. Era evidente que esa verga era mucho más gruesa que la mía y Ana lo estaba sintiendo… y mucho. Por eso quedaba tan dolorida después de cada cogida que le daban los dos negros y además su culo tan dilatado para que mi propia verga entrara tan fácilmente…

Me excitaba ver a mi esposa dominada por esos dos hombres que la cogían tan salvajemente. Anita aullaba con cada embestida de sus vergas y cada tirón de cabellos que le daban al sodomizarla.

Esta vez duró bastante rato. Mi calentura me impedía ir a pajearme a otro lado; así que me quedé como testigo mudo de la cogida infernal de mi esposa. Durante varias horas ambos negros intercambiaron lugares y disfrutaron de Anita en todas las posiciones y por todos sus orificios…
Ana gemía, jadeaba y gritaba ya sin control, pidiendo a los dos negros que no dejaran de cogerla así, tan salvajemente. Al final los dos tipos acabaron a su turno dentro del cuerpo de Ana; luego la ayudaron a vestirse y la despidieron con un dulce beso cada uno.
Cuando ella llegó a la habitación, yo estaba bajo la ducha, otra vez recordando las escenas que había visto y quitándome la calentura con una buena paja a solas…

Ana había caído rendida en la cama cuando yo salí del baño y no quise despertarla. Se había desnudado y su hermoso cuerpo mostraba algunos moretones y arañazos. Tenía semen reseco en los cabellos y naturalmente, los labios vaginales y la entrada anal totalmente enrojecidos y dilatados…

A la mañana siguiente debíamos estar bien temprano en el aeropuerto para regresar a New York; pero mientras yo estaba haciendo las valijas, Anita me dijo que se hacía una escapada hasta la boutique del lobby a ver si conseguía algo para llevarle como presente a su amiga Helena.

Yo sabía que iba a despedirse de sus dos amigos cubanos…
Una hora después regresó… con las manos vacías; tenía la sonrisa clásica que aflora en su bello rostro después de una buena cogida y pude notar que tenía los cabellos revueltos, a pesar de que afuera no había viento. Recordé que los cubanos le tironeaban de los cabellos cada vez que la cogían al estilo perrito, así que ese detalle me confirmó que había tenido una buena despedida…

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